Por Inmaculada.
Mi hermana suele venir, todas las Semanas Santas al pueblo. Es una forofa de su pueblo al que siempre gusta venir, pateando y saludar a sus gentes a las que aprecia bastante y vía telefónica se interesa continuamente por el discurrir de sus vidas.
Este año cuando vino en Semana Santa, sólo lo hizo por 3 días y uno de ellos, me pidió ir a pasear por zonas nuevas de nuestro pueblo.
Conforme íbamos paseando leía en voz alta los nombres de las calles por las que pasábamos: Tomás González Carvajal, Antonio Cerón, Manuel de Sousa, Miguel de Ondeano, Joaquín Cadiou, Polo de Alcocer...
Y así una y otra hasta que enmudeció y puso un gesto de tristeza. A mí me sorprendió porque ella es de carácter alegre y locuaz.
En principio, mientras seguíamos caminando, yo respetaba su silencio, pero de pronto lo rompí y le pregunté: ¿Qué te pasa hermana?, ibas leyendo en voz alta el nombre de estas calles y de pronto has enmudecido y no has dicho nada, al principio me preguntaba. ¿Y quién es Tomás González Carvajal?. ¿Y quién es Antonio Cerón?. ¿Y quién es Manuel de Sousa y quién es...?; y así hasta que has entrado en un mutismo absoluto. Yo siento no conocer a los personajes, cuyos nombres van en las calles y tampoco puedo decirte que connotaciones tienen con nuestro pueblo.
Y ella me exclamó muy compungida: Cada vez que vengo al pueblo y paseamos voy mirando los nombres de las calles y siempre lo hago esperando encontrarme con nombres de personajes emblemáticos de nuestro pueblo.
Vengo con la ilusión de ver algunos calles y plazas con los nombres de: Plaza Rafael Cruz “el Mono”. Barbero de nuestro pueblo de niños, jóvenes y mayores. Simpático, cariñoso, servicial y solidario con todos los necesitados, acudiendo rápido ante cualquier emergencia para ayudar y además un mecenas de los estudiantes, dentro de sus posibilidades. Un gran lector on el que podías de cualquier tema, eso sí, prestándole mucha atención por la rapidez con la que hablaba, con un gran sentido del humor a pesar de los palos que le había dado la vida y muchas cosas más y todas buenas que se podrían decir sobre él, que le hacen merecedor de una calle o plaza con su nombre.
Asentí y le di la razón y pensé que cómo no se nos había ocurrido a nadie proponer al Ayuntamiento una calle con su nombre, o a lo mejor alguien lo había hecho y no se lo tuvieron en cuenta.
Seguimos caminando y me interpeló de nuevo:
¿Y qué me dices de alguna calle o plaza que llevara el nombre de "c\ Palmero y sus muñecos”, aquel ventrílocuo que era la única persona que alegraba nuestra infancia y la de los niños de las aldeas, con sus muñecos: “La Pepa y el recluta”.
¿Y por qué no el nombre de una calle, a “María, la confitera”?. Única mujer que endulzó nuestra infancia con sus caramelos malvavisco.
¿Y una calle llamada “Calle del sombrerero”?, que baja para el cementerio, gran artesano que hacía todos los sombreros que lucían sobre sus cabezas los hombres de nuestro pueblo.
Y una plaza llamada plaza de “Lola, la de Paco Mandique”. Mujer sufridora y trabajadora de matancera, planchadora, lavandera, etc. y maltratada durante toda su vida.
Y así podría seguir hermana, poniéndole nombres a calles de nuestro pueblo “Calle de La Niña Justa”, “Calle de Juanita, La Puenca” y “Calle de Antonio, el Sorámbulo”, que junto con Curro eran las 2 únicas personas que vendían arropías en nuestro pueblo cuando éramos niños. Esos fresquitos altramuces, medidos con una pasera con agujero y luego con su cominito correspondiente.
Así tendría un sinfín de nombres de personas que han hecho mucho bien por nuestro pueblo y se han ido sin que nadie les haga un pequeño reconocimiento y homenaje por lo mucho que han representado para nuestra generación y otras muchas más desde la postguerra hasta el 2.000 y pico. Por cierto, que en otra ocasión os contaré lo que nos ocurrió en Sevilla en el Parque Mª Luísa, siendo unas niñas con el caminito de Sarámbulo. Pero eso será otro día.