El verano de La Carlota, mitad spagghetti western mitad mundo apocalíptico, resguardándose en casa hora límite once, doce de la mañana y saliendo a las diez de la noche para arriba. El golpe de calor ha venido por el contraste con las lluvias de invierno. La diferencia se notará más los próximos días tras las tormentas de verano (gota fría) del martes y el miércoles.
De una manera u otra, con crisis de por medio, cada cual sabrá, apenas se ha visto gente por el pueblo en los meses de junio, julio y principios de agosto, muy pocos se han quedado para mojarse el culo en la piscina municipal (29º grados de temperatura en el agua), ir de tournée por las ferias de las aldeas, participar en las competiciones deportivas, dejar a los críos en la ludoteca o leer en la biblioteca. Nada más. Incluso por boca de algunos comerciantes, sorprendidos o extrañados, han venido contados turistas en comparación a años anteriores.
En la segunda quincena de agosto, si es visible por las calles el andar de visitantes que vienen a pasar un tiempo en casa de la familia, hablar de lo vivido y de los viejos tiempos. Recordar y pisar los lugares de la infancia como el arroyo Guadalmazán, romperse los zapatos en Las Malvinas, las plazas de la Iglesia, la Constitución y del hambre, hasta despedirse hasta despedirse en septiembre. Risas, gritos y besos.Un estilo de vida carloteño, de todos los pueblos.