Hará cuatro o cinco años que ha explotado esta situación, donde se ha hecho más evidente a nuestros ojos, esa llegada masiva de personas de cualquier rincón del mundo.
Desde los años 60 hasta incluso en la actualidad, los movimientos migratorios que vivía La Carlota y sus departamentos eran la de los propios habitantes que marchaban lejos de su casa en busca de un trabajo y una vida mejor; pero después con el tiempo regresaban en períodos de vacaciones, trayéndose a su familia con ellos, y ya decidían si seguían con sus vidas en esa ciudad que los había acogido o retomaban sus orígenes.
En el fondo no ha cambiado este proceso necesario y de necesitados, por ambas partes: los que llegan a una tierra extraña y los que los reciben. Estos dos grupos, los inmigrantes y los receptores intentan convivir conjuntamente; los primeros se buscan la vida como pueden, trabajando en el campo, en la construcción o donde se les abre una oportunidad; mientras que el segundo grupo, encuentra en ellos una mano de obra más barata y sacrificada. Aunque en ciertos casos llegan a extremos que se puede considerar explotación, y en términos más graves, esclavitud, sacando tajada como meros intermediarios de estos nuevos trabajadores.
Socialmente y culturalmente es un choque entre dos mundos. Es evidente. No voy a escribir nada que no sepamos. Para los inmigrantes y los naturales de La Carlota y sus departamentos es un continuo rechazo a esas diferencias a lo desconocido, a lo extraño. Una barrera invisible que se enfrenta día tras día. Los problemas están ahí.
Muchos de los inmigrantes vienen de países del Este, Sudamérica, África... Los inmigrantes están más predispuestos abrirse a una nueva cultura porque no les queda otra, buscan una oportunidad y una vida óptima para ayudar a los que dejaron atrás. En cambio, por el otro lado se muestra rechazo a esa implicación que se les exige a los inmigrantes, es decir, la buena fe. Todos tenemos derechos y obligaciones constitucionales (Constitución Española: http://narros.congreso.es/constitucion/constitucion/indice/index.htm) que recaen en cada individuo, y por lo tanto, sin importar el lugar de procedencia, todos tenemos derecho a privilegios (Educación, Seguridad Social y Sanidad...) y obligación como responsabilidad moral de conseguir el pan con nuestro esfuerzo.
Esos son los cimientos de una base para crear respeto y tolerancia, y que lamentablemente, como en cualquier lugar hay excepciones, donde las administraciones públicas (Ayuntamiento de La Carlota) y las fuerzas de la ley (Policía Municipal) deberían tomar cartas en el asunto y no esperar a acontecimientos considerables para que no se repitan.