Ese sentimiento fue unánime en todos, carloteños y aldeanos, para acudir en masa a admirar la Pasión de Cristo. El camino de Jesús hacía la muerte. En La Carlota viven particularmente algunas personas con ferviente deber y amor por su Semana Santa y lo expresan cantando angustiosas saetas desde sus balcones, como fue el caso de una vecina que nos deleitó en la Avenida Carlos III con la esquina del Doctor Villamor.
La entrada y la salida desde la Plaza de la Iglesia continúo ascendentemente por el paseo principal del pueblo para descender por el paseo del Profesor Tierno Galván al girar en la glorieta de Académico Luis Mapelli hasta entrar en la calle Julio Romero de Torres y retornar a la parroquia.
A mi parecer, se debería arriesgar más en cuanto a la marcha. No en el arduo trabajo de las hermandades y cofrades, sino en la puesta en escena, haciéndola más vistosa y espectacular. Llevándola por calles más emblemáticas a parte de la antigua carretera nacional, como el casco histórico, bajar la cuesta de las Malvinas, levantarla en calles estrechas, o tal vez, sacarla en momentos puntuales y de mayor arraigo cultural como medianoche o con la luz del alba.
El segundo y último domingo de la Semana Santa volvió a repetirse y reafirmar la vuelta de una de las tradiciones que se habían perdido en el municipio como es el Judas colgado, que en está ocasión se ha traslado de la Avenida del Carmen con Isabell II a la calle Julio Romero de Torres, donde padres y niños pudieron disfrutar y burlarse jocosamente con la recreación de un muñeco de trapo con peluca rubia y ridícula. El monigote colgaba de unos de los balcones desde el cual se podía descubrir desde la plaza del Ayuntamiento y la calle Juan Ramón Jiménez.