Llevamos unos días celebrando las victorias de la selección nacional de fútbol tras el varapalo ante Suiza. La muchachada carloteña corriendo y cargando banderas, coreando a los coches que revientan los cláxones. Vitoreando a España. Ayer, con el gol de Villa y el pitido final, nos sacaron de la caverna para volver a inundar las calles del municipio. A celebrar lo indefinido, como si no tuviéramos nada que celebrar. Los jugadores repiten en cada una de sus declaraciones a los medios de comunicación hay que ir paso a paso, esto no ha hecho más que empezar. Siendo prudentes, aminorando la euforia. Han dado el billete de vuelta a Portugal. El siguiente escollo es Paraguay, y si suena la flauta, Alemania o Argentina. A cual peor… de las tres. No pueden confiarse. No debemos.
Ha habido mejoría no muy sustanciosa, Portugal estuvo bien colocada atrás, esperando la contra; mientras que España cambió en la decisión del tiro a puerta. Hueco u ocasión que tenían, disparo a puerta. Después de cuarenta minutos a verlas venir, el run run del local y su gente de La Carlota volvía animarse con la salida de Llorente. Todos sabíamos que el partido iba a tomar un nuevo rumbo. Aguantando a la segunda línea, pillando todos los balones por tierra y por aire, esperando y rematando a la vieja usanza. Dos pelos más en el flequillo del segundo testarazo y hubiera sido. Tanto tiki taka por el oficio español.