A eso de las 23:25, del Miércoles 12 de Diciembre, regresaba a mi casa y al entrar en la bocacalle de Isabel II, por el lado del Ayuntamiento me topé con dos hombres con monos de color naranja. Dos operarios que llevaban una especie de detector de metales, que en ciertos momentos, emitía un pitido en algunas zonas de esa calle. El instrumento que llevaban no pude verlo con todo detalle. Uno de ellos, que fue en el que me fije y tuve el tiempo suficiente para percatarme de ello, llevaba cogida entre sus manos una cajetilla con algo transparente, que parecía una bombilla, y un hierro que descendía hasta el suelo y detectaba lo que buscaban. No sé que era ni lo pregunté. Ellos examinaban por debajo de los coches que había aparcados en la calle, se acercaban a los bordillos, quizás para comprobar las cloacas, e incluso, hubo un momento, en el que se detuvieron por unos segundos los dos en la casa abandonada, que tiene una valla de protección para que nadie se acerque a ella en caso de derrumbe.
Subí a la azotea de mi casa, y desde allí, pude hacer la fotografía en pésimas condiciones que podéis ver y seguirlos por la calle Juan Ramón Jiménez, cuando volvieron de nuevo a la calle Isabel II, fueron a la calle Doctor Fleming y los perdí en la calle Julio Romero de Torres. Supongo que seguirían en dirección a la plaza de la Iglesia, y así sucesivamente.
Cuando me los encontré de cara, pensé que me había equivocado de lugar, que estaba metido en una película de ciencia ficción y los operarios eran dos científicos sin máscaras ni bombas de oxígeno, que estaban controlando la zona de algún tipo de radiación o otro residuo contaminante. No obstante, y poniendo los pies en el suelo, me resulto extraño que hubiera operarios a esas horas y más haciendo pruebas con ese artilugio, fuera el que fuera. Ignoro si se encargaban de las plagas de ratas o cucarachas, fugas de gas (ningún hogar tiene gas natural) o algo parecido.
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