La modernización y el progreso tienen sus lagunas en solares abandonados y edificios en ruinas. El Ayuntamiento de La Carlota ha sido permisivo a la hora de conceder licencias de construcción a constructores y promotoras en estos últimos diez años. Ha ofrecido terrenos y ha llevado a una expropiación forzosa (obligatoria) a sus propietarios, en su mayoría agrícolas, de sus tierras para que La Carlota fuera creciendo hasta lo que es hoy. Un pueblo de asfalto y cemento. Espacios y calles abiertas a una hilera incesante de casas y pisos, que no alcanza fin en el horizonte.
Hay varios puntos que no tienen el beneplácito del Ayuntamiento. Edificios y terrenos que no están escondidos en las callejuelas del pueblo, sino que están a la vista de cualquier ciudadano o turista en pleno centro. Lugares que ponen en riesgo nuestras vidas y nuestra salud. No solamente por que algunos edificios se puedan venir abajo, sino también porque son focos para enfermedades y ciertos animales e insectos.
Hasta cierto punto se puede comprender porque están con la restauración de la Posada Real de Carlos III, aún así dudo que tengan a todos sus efectivos en dicha tarea. Ahí se plantean las dudas de si el Ayuntamiento de La Carlota tiene algún plan de actuación y un proyecto real para el bien de La Carlota o simplemente lo dejará en manos de Dios, que es la impresión que dan, porque uno de ellos es el antiguo Bar del Gallo, en la esquina de 28 de Febrero con la Avenida Carlos III, que lleva unos cuantos de años vallado y apuntalado.
No son unos hechos puntuales. Por el casco histórico se pueden observar solares reconvertidos en vertederos y edificios en estado crítico en las calles Almería, Cristóbal Colón, Blas Infante y en la Redonda de Ramón y Cajal, que desfavorecen a una visión homogénea y con encanto de nuestro pasado.