La tarde del sábado el Santo Entierro hizo su particular recorrido por las calles de nuestra localidad, impregnándolas en un solemne silencio, a diferencia de la majestuosidad del Jueves y Viernes Santo. La devoción y el fervor de sus fieles era latente como la amargura que encerraba a cada parada y las mudas notas musicales eran tesituras que rasgaban en momentos puntuales.
Los nazarenos encabezaban el paso, muy adelantados, marcando su identidad y el sentido de su pasión en el impenetrable misterio. Casi imperceptible hasta su encierro en la Parroquia de la Inmaculada Concepción y con su clausura, la de la Semana Santa.