La mañana del martes, primer día de febrero, llegaba el tractor para dejar la vareta en el solar de la plaza del Fuero. Antes, no hace mucho, veías a la muchachada cargando vareta y rastrojo que hubieran recogido del olivar y hacer su hoguera para la Candelaria.
Por la noche, se encontraron a las ocho y media carloteñas y carloteños de todas las edades para celebrar la festividad de la Virgen de la Candelaria, poniéndose las botas con las sopaipas y pintándose el bigote con el chocolate.
Al día siguiente, brindándonos el hombre del tiempo con una tarde apacible y soleada, las familias y vecinos de La Carlota bajaban la cuesta de las Malvinas hasta el arroyo del Guadalmazán para merendar y conversar en fraternidad y entendimiento. Preservando y arraigando una tradición popular de aquí. Carloteña. También, los jóvenes, parejas algunas de ellas, iniciaban en las palmitas del arroyo la senda hacia San Valentín.