Nunca sabremos donde estaremos, si este lugar es el nuestro o el de unos pocos. La transformación, el cambio generacional que nos pisa los talones, es la permuta de una constante que en esta vida o la que sea no veremos ni nos contarán. Quizás tampoco nuestros hijos ni nietos ni los que vengan o se hayan marchado por el camino. Si el bulevar volverá a remodelarse, ni cuántas calles y macropolígonos se crearán, si los parques serán bosques, ni hasta donde alcanzará la vista, si los arroyos volverán a ser ríos como en el pasado… Tan sólo, la voluntad de fuego, La Carlota de un sueño inmejorable.
Diez departamentos constituidos en un núcleo urbano, donde cada aldea termine siendo una barriada con el nombre que ahora poseen y celebren su verbena sin perder su forma de ser, sin olvidar sus tradiciones y costumbres adaptadas a los jóvenes. Un municipio receptivo al avance, que no quede estancado en la autovía y tenga buen acceso con la expansión gracias a los trenes de cercanías. No siendo cobarde y poniéndose límites. Confiando en lo que hay, y lo que pudiera haber como un campus universitario, un teatro al aire libre, un museo de arte contemporáneo o un festival de música que durase un fin de semana. Sacando partido de la historia reciente de las colonias de Carlos III con una ruta turística que beneficie a la gastronomía y el turismo rural. Recabar en ella para potenciar los caminos, enmarcarlos en la naturaleza, el ocio, el deporte y la educación para que convivan en armonía con el urbanismo
Al final de la travesía, nuestras huellas se borrarán con el viento y el tiempo perdurará excluvisamente en de La Carlota.
