‘Sí, vamos, que en un pueblo donde todos se conocen, no se sabe quién vota a quien‘, decía alguien. '¿Tú que sabes, si no eres de aquí?’, le respondió otro. Más o menos fueron así las palabras. Uno de los pasajes añejos de las elecciones en el municipio de La Carlota, democráticamente manifiesta. El sentido de aquella conversación se deduce fácilmente: el secreto del voto.
Es absurdo concebir unas elecciones adulteradas, donde el voto no sea secreto, por toda la normativa y legislación que la rodea. Nervios y tensión, que reportan ya de por sí los distintos partidos políticos, con sus representantes ojerizos. Por estas razones cuesta comprender, cuando un partido, da igual el que sea, hace una promesa a un particular a cambio del voto, por qué tiene que votarle. El político de turno puede prometer el oro y el moro; pero las ideas y pensamientos de cada uno son libres. De hacer lo que a uno le apetezca. Los cambios de favores era la marca de otra época. Vivimos en democracia, vende este país, no van a ir en busca de ti a pedirte explicaciones, ni tampoco represalias, ni va a comenzar una caza de brujas de puerta en puerta por La Carlota y sus departamentos.