El municipio de La Carlota es como si hubiera estado sumergido en una ola del crimen. En una vorágine concentrada de sucesos, que ha caído en el angosto geográfico de las carloteñas y carloteños.
Hemos sentido en nuestras propias carnes el vandalismo en los escaparates de los comercios y el destrozo del mobiliario urbano; allanamientos y robos en nuestras casas, algunos con violencia; falsificación y estafa; atracos a entidades bancarias, gasolineras, restaurantes como los de la Avenida Profesor Tierno Galván y en la Aldea Quintana, y en plena calle. Nos han quitado el pan de cada día, se han llevado nuestros coches o le han sustraído la radio, el material informático, los animales (perros y gallos) y el asador.
La Policía Local y la Guardia Civil han realizado controles a cualquier hora del día, concretamente en la glorieta de la cuesta de Las Malvinas. Han efectuado incautaciones de armas y drogas en distintas fechas, y en la mayoría de los casos, los fines de semana en el Polígono Gallardo. El 6 de noviembre de 2008, interceptaron 1.679 gramos de éxtasis, 362 gramos de cocaína y una balanza de precisión. El 12 de marzo de 2009 detuvieron a un vecino de La Carlota por tenencia ilícita de 145 bolsas de marihuana, repartidas en 29 bolsitas de 5 gramos cada una.
Peor situación la padece la pedanía de La Fuencubierta, olvidada de Dios y malviviendo la anarquía. Las fuerzas de la ley se encuentran superadas. No pueden hacer frente a un altercado tras otro, a un caso tras otro.
Las aguas han vuelto a su cauce. Todo se ha tranquilizado relativamente, exceptuando los casos aislados. Hasta entonces había saltado la alarma social, las conjeturas y la rumorología. Si en ese período de tiempo era algo ocasional, un cómputo de acciones puntuales, si por la afluencia de la inmigración extranjera, por la falta de efectivos o si había una banda organizada.
