De las pequeñas cosas, ridículas o absurdas, que personalmente me chocan por curiosidad e interés en La Carlota, es por qué plantan naranjos. Es un árbol que no ofrece buen cobijo con su sombra como una encina o la palmera de Manolo García, ni tampoco atraen la lluvia como los pinos. Le preguntas a cualquiera y te dice que hay gente que las coge para su casa, cuando le echan productos químicos, y otros porque son árboles decorativos. No es un árbol de Navidad. Será porque las naranjas están machucadas en la calle y el zumo pinta las aceras.
En cambio, verdaderamente, el Ayuntamiento de La Carlota es precursor, un adelantado a su tiempo, porque según un reciente estudio realizado por la Consejería de Medio Ambiente y el departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad de Sevilla, dentro del marco ‘Bosque por Ciudades’, tanto el naranjo amargo como el limonero, el laurel y el quejigo son las especies idóneas contra sumideros de dióxido de carbono (CO2) y más eficientes en el secuestro de carbono atmosférico.